EL CASO DEL CITROEN ROJO

(Propuesta: ejercicio sobre personajes. Autora: Teresa Valero)


Conducía atento al tráfico cuando el costado empezó a latir de nuevo. 

Apenas había desayunado. Llevaba dos semanas con dolores intermitentes, reacio a ir al medico llevaba en el bolsillo de la camisa un blister de pastillas que palpó sobre su pecho, era capaz de tragarlas sin agua, pero quizá no fuera necesario. Según un testigo, un pequeño Citroen rojo estuvo toda la mañana del sábado aparcado en el camino de acceso a la casa de la víctima. Era una pieza de un puzzle que para el subcomisario Robles todavía no tenía sentido. 

Circulaba despacio, miró la casa como si no la hubiera visto nunca. Dos inmensas columnas sujetaban un ala del tejado que daba sombra a todo el frente de la casa, , de paredes blancas dos inmensos ventanales flanquean la puerta, estos como las ventanas y la puerta trasera estaban perfectamente cerrados desde dentro. Las blancas paredes de la vivienda contrastaban con la negra pizarra del tejado, se fijó que todas las viviendas de la calle tenían el césped cortado a cinco centímetros, los setos de flores dispuestos de forma tan uniforme hablaban de unas estrictas normas paisajistas. Apretó el costado contra el asiento mientras observaba la casa de la testigo, de no ser por el toque de color de las violetas en el seto de las consabidas rosas seria exactamente igual que todas las demás 

¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? 

Antonia había encontrado a la señora Ramírez casi muerta, esposada desnuda en su propia cama, cuando se recuperase, Miguel estaba seguro de ello, tendría que darle las gracias La mujer había decidido adelantar su día de trabajo pensando que sus jefes estaban de viaje. Hizo los baños a fondo y limpió las lámparas del comedor; en la cocina solo le extrañó encontrar un plato de comida mohosa en el microondas, pero lo atribuyó al habitual despiste de su jefa y amiga Raquel. 

Pensando en Raquel con su marido en Wisconsin, Antonia sonreía segura de que le traería algún detallito, quizá un imán para la nevera, a las dos les gustaban esas tonterías, era su forma de decirle "también me he acordado de ti".

Se heló la sonrisa en sus labios al abrir la puerta de la habitación. El olor la golpeó antes de ser consciente de lo que vislumbraba a la poca luz que dejaban pasar unas tupidas cortinas marengo. Encendió la luz, se tragó el asco y se acercó a tomarle el pulso. Estaba viva. 

Llamó una ambulancia y se apresuró a asearla, a mojarle el rostro con una toalla húmeda.... no reaccionaba, y con toallas y jabón limpió su cuerpo. No supo quitarle las esposas, de eso se ocuparon los de la ambulancia mientras la médico la atendía. 

Fue desde el hospital ante un posible caso de maltrato que le llegó el aviso. En el pasillo con un vaso de café en una mano temblorosa, Antonia respondió a sus preguntas. Declaró que, como siempre, llamaba al timbre antes de meter la llave en la cerradura, que al entrar dijo un hola lo suficiente alto para que se oyera en toda la casa, supuso que Raquel había salido de compras, o quizá al gimnasio, puso la cafetera y tiró un plato de comida mohosa que empezaba a cobrar vida en el microondas, no le dio importancia, lo atribuyó a la ya habitual falta de memoria de su amiga. Limpió el comedor y los baños antes de entrar en la habitación. 

—No, no había encontrado nada fuera de lo habitual hasta abrir aquella puerta. 

Según la secretaria del señor Ramírez, este salió en el vuelo a Nueva York el viernes a las ocho de la tarde, a las seis lo recogió un chófer de la empresa y le llevó directamente al aeropuerto. 

—Sí. El Señor Ramírez llego por la mañana con una maleta de cabina y su maletín. 

El Señor Ramírez recibe la noticia perplejo, absorto en su trabajo anunció a su esposa que se adelantaba el viaje un día por Whatssapp, al no recibir respuesta pensó que estaría enfadada y con razón y como no le apetecía discutir... Le había comprado una joya, pensaba disculparse a la vuelta. Encendió un cigarrillo y se dirigió a darle un vistazo a la casa mientras hacia tiempo para ir al hospital, La mayoría de los vecinos pasan el fin de semana fuera, tendrá que volver mas tarde, el Citroen rojo molesta en este raro asunto. 

Un solo testigo, una anciana que se pasa el día sola, viendo telenovelas y espiando los movimientos de la calle a través del visillo. 

Sale del coche y se estira apoyando las manos en los riñones, le da la sensación de que la zona está mas caliente, siente un latido de vez en cuando, algo perfectamente soportable. Observa detenidamente el camino de entrada, busca la palabra en su cabeza ¡Impoluto!, ni un pelo de gato hasta la puerta de entrada. 

Decide volver al hospital, quizá la Señora Ramírez haya despertado. Sesenta y tres años de buenas comidas la han hecho sobrevivir al hambre, a las luxaciones de hombros y a la rotura de ambas muñecas; se recuperará con el tiempo, no tiene otras heridas que las producidas por ella misma al intentar soltarse y no hay indicios de abusos. 

Es su mente lo que preocupa al médico, la falta de agua, el miedo, pasar varios días sobre sus propios excrementos necesariamente la han afectado. Promete llamarle en cuanto despierte y sale del hospital con la mano en el costado, al darse cuenta la retira y se la pasa por una calva tan morena como su rostro, la barba salpicada de manchas blancas le hace mayor. No le importa, hace tiempo que no le interesa interesar. Si eliminamos el coche rojo de la ecuación solo nos queda Antonia. Decide comer algo y esperar a la hora de comer para encontrarla en su casa, a los vecinos les visitará por la tarde, después de la salida del trabajo. Mastica lentamente un cruasán mientras se enfría el poleo, podría ir al médico, tiene tiempo, sabe que le atenderán aunque tenga que esperar un rato. Pero tiene pastillas, y si va es eso lo que le van a mandar. Y si se lía la cosa igual terminan metiéndole un dedo en el culo y eso ¡no!, otra vez la misma historia. 

Decide volver a visitar a la vieja del visillo como la llama en su mente. Quizá haya recordado algo más. Miguel acude al hospital tras recibir la llamada que estaba esperando. Cree saber lo ocurrido tras comprobar que la pieza disonante, el coche rojo no tuvo nada que ver. Raquel Ramírez lloraba en silencio su falta de memoria acompañada de su fiel amiga Antonia. Tras leer cincuenta sombras de Grey decidió revitalizar su matrimonio. Compró un kit de Bondage por Internet. La boa de plumas proporcionaba una sensual caricia, a conjunto y también en negro dos antifaces y un látigo, y la estrella del conjunto, unas esposas forradas de plumas de Caribú que se puso para recibir a su esposo el viernes a las siete de la tarde. Se quedó traspuesta esperando, había oscurecido cuando despertó y tenia ganas de orinar. Con fastidio recordó entonces que su marido la había avisado aquella misma mañana de que se había adelantado su vuelo. Maldijo su mala memoria. Quiso entonces quitarse las esposas. 

—¿No se le ocurrió leer las instrucciones? En el libro parecía tan fácil...

El subcomisario Miguel Robles saca dos pastillas y las traga sin masticar. Un simple accidente doméstico provocado por la estupidez ¿lo pondrá así en el informe? En la puerta del hospital enciende un cigarrillo pensando en la estupidez ajena mientras exhala con placer una profunda calada.

EL JARRÓN DE LA ABUELA

(Propuesta: Escribir una carta o un mensaje a alguien diciéndole algo que resultaría difícil decírselo a la cara. Autora: ANTONIA G.A.)     ...